Las personas más brillantes que conozco no tienen estudios superiores.
Es curioso, he colaborado con muchas personas, muchas con estudios universitarios de elevada dificultad, y sin embargo los que más han destacado y progresado de entre ellas son las que no han tenido estos estudios.
También he trabajado con gente brillante con estudios, obviamente.
Lo que de verdad importa
Los estudios, el conocimiento teórico, no sirven de mucho si no está acompañado de la mentalidad adecuada para ponerlo en práctica, y a través de esta práctica aprender que el conocimiento teórico y práctico no siempre van de la mano, que lo que aprendiste fue porque te lo enseñaron, y que lo que te enseñaron era un sesgo de un currículo.
Las personas que más sobresalen en el ámbito profesional, al menos con aquellos que he podido colaborar, son aquellas que parten de su curiosidad para poner en duda lo que saben de teoría para enfrentarlo con la realidad, que profundizan en las distintas cuestiones porque quieren validar por sí mismos que la teoría es correcta, o que tal vez hay formas mejores de llegar a la solución. Son personas que suelen preguntarse si lo que siempre se ha hecho 'así' es realmente la mejor manera de hacerlo, o incluso si algo que 'no tiene solución', en realidad sí que la tiene a través de otros ojos.
Es común que estas personas que comentaba trabajen en distintos departamentos y en todos realicen una estupenda labor, porque lo que marca la diferencia es la actitud, no necesariamente lo que se sepa en un momento dado. Es habitual ver cómo estas personas son llamadas a 'desatascar' situaciones de departamentos tan dispares como producto, ventas o soporte.
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Teoría vs Realidad
Con la teoría no llegas a ninguna parte, al igual que sólo con el talento tampoco llegas a ningún destino deseable. Conozco el caso de personas que se han frustrado mucho cuando no les han asignado un proyecto o una responsabilidad que ellos consideraban merecer, porque son más 'capaces' a nivel teórico, o porque llevan 'mucho más tiempo' en la empresa, o porque 'esa chica acaba de llegar hace dos días'.
Como Manager he tenido que gestionar situaciones en las que una persona ha solicitado una promoción en base a que su tiempo en la empresa era superior a los demás, o más común, que al ser ingeniero y otros no, eso les hacía más meritorios para el puesto (falacia de la madera verde de Taleb, Antifrágil), o que se habían esforzado mucho y necesitaba una recompensa. Como Manager, lo que valoro más en las personas es su capacidad para crecer, su actitud para aprender y aportar al equipo, y la humildad, que no den por hecho el mundo les debe algo.
Siento decirte que nadie te debe nada, que ni tener un título te hace más válido, ni tener más experiencia te hace más capaz. Ni siquiera esforzarte mucho, hacer muchas horas extras, ayudar a los demás, … nadie te debe nada, y mucho menos una empresa, (al amigo Taleb le gustan estas cosas). Uno va comprando billetes de lotería a medida que va avanzando en su trabajo, y cuantos más billetes, más opciones tienes de que te toque el premio, pero sólo estás comprando probabilidades, no esperes tener la certeza. Lo que más billetes de lotería te da, sin duda, es la mentalidad adecuada, una actitud que te permita encajar en los equipos de trabajo, aprender de los demás, dudar de lo que sabes y de lo que saben los demás, ayudar cuando te resulte posible, participar en proyectos que no dominas pero en los que te vas a poner al día para aportar valor. En definitiva, más allá de lo que ya sepas teóricamente, o de la experiencia que ya tengas, lo que va a marcar la diferencia a tu favor es cómo afrontas el trabajo, cómo te levantas ante situaciones complejas, y cómo coges impulso cuando has tenido un revés. La actitud también es crear relaciones de trabajo sanas en las cuales la ayuda sea honesta, dar sin esperar nada a cambio.
Cómo abordarlo
En una gestión humanista, estas situaciones de 'deuda ficticia' de la empresa hacia el empleado hay que gestionarla a través de la comunicación frecuente, haciendo entender a las personas que como Manager tu misión es apoyarles, guiarles y orientarles para conseguir los mejores resultados posibles, para que su aportación sea importante para el equipo y que a través de esto pueda progresar en su carrera profesional, pero dejando claro que ni un título, ni los años en la empresa, ni nada parecido va a ser un factor determinante para su éxito, sino su aportación actual y su capacidad para aportar valor en el futuro.
Los teóricos que nunca practicaron
España es un país con 'titulitis', todos lo sabemos, y diría más aún, de 'teoríalitis'. Es apasionante ver cómo personas que sólo saben lo que han leído en los libros van indicando al resto cómo deben hacer el trabajo. Pasa en la política donde ponen a gestionar el transporte público a alguien que jamás ha cogido un autobús o un tren, pasa en economía, donde te dicen cómo montar una empresa personas que no han pagado una nómina en su vida, y también en el management, donde personas que no se han enfrentado nunca al trabajo de sus equipos les señalan cómo realizar la tarea.
Vas a una Escuela de Negocios de +60k el curso, te enseñan la teoría que puedes encontrar en los libros y a través de la práctica, haces contactos y te contratan como Manager en una empresa de postín, empiezas a poner en práctica lo que te han enseñado y… resulta que no vale, que o te adaptas rápido a la realidad, o la realidad te lleva por delante.
Un cuento para terminar
Extracto de 'Cuando el Desierto Florece' de Prem Rawat. Maridar con RIGOONI - Petrichor (audio)
“Había una vez un hombre que amaba los loros. Pensaba que eran los animales más inteligentes del planeta, y por esa misma razón, pensó en criar una pareja de loros y enseñarles todos los conocimientos de los humanos. Para que los loros pensaran que eran uno más de entre los humanos, los compró siendo aún un par de huevos. Los vio nacer y desde el primer momento los crió como si fueran sus propios hijos.
El hombre enseñó a los loros conocimientos de todo tipo: matemáticas, lengua, gramática, Historia, Geografía. Y pronto se convirtieron en los loros más sabios del mundo. Eran capaces de resolver complicadas ecuaciones y recitar el más complejo de los romances.
Sin embargo, el hombre se hizo mayor y murió, y sus hijos, que no sentían la misma admiración por estos animales, no se pusieron de acuerdo para quedarse con ellos, así que decidieron dejarles en libertad y que se buscaran su propio camino.
– Son unos loros muy listos- dijo uno de los hijos-. Seguro que no tienen ningún problema para salir adelante. Dejémosles la puerta abierta para que sean libres.
Los hermanos estaban de acuerdo, así que dejaron la jaula junto a la ventana y abrieron la puerta para que salieran cuando ellos quisieran.
Los loros vieron cerca un árbol y saltaron a la ventana y de ahí a una de las ramas del árbol. Poco a poco, con pequeños saltos, fueron subiendo de rama en rama. Y en una de ellas se encontraron con otro loro, esta vez, silvestre.
– ¡Hola!- dijo el loro silvestre a los loros sabios- No os conozco, no os vi nunca por aquí…
– Es la primera vez que salimos de nuestra jaula- contestó uno de los loros sabios- Normal que no nos vieras hasta hoy. Nuestro amo murió y sus hijos nos han dejado salir de la jaula.
– Oh, vaya. Pues me alegro por vosotros…- Dijo entonces el loro silvestre.
– No creemos que tengamos problemas- continuó hablando el otro loro sabio- Tenemos conocimientos de todas las materias.
Y dicho esto, los dos loros comenzaron a demostrar al loro silvestre todo lo que sabían: hablaron en diferentes idiomas, pronunciaron de memoria algún poema, le explicaron el resultado de alguna operación de matemáticas…
Y en esto que el loro silvestre, mientras escuchaba atento la lección de los dos loros sabios, vio por el rabillo del ojo que un enorme gato les había visto y empezaba a escalar sigiloso el tronco del árbol.
– Perdonad- interrumpió de pronto el loro silvestre a los loros sabios- ¿Y entre tanto conocimiento vuestro amo os enseño a volar por un casual?
– ¿Volar?- respondieron sorprendidos los loros sabios- Sí, claro, suponemos que podremos volar porque el peso del aire bajo el ala ejerce una presión menor que..
– No, no- insistió el loro silvestre- No me refiero al razonamiento de la fórmula exacta para poder volar. Me refiero a que si sabéis volar de verdad.
– Nunca lo hicimos, la verdad- contestó extrañado uno de los loros sabios.
– Vaya- dijo entonces el loro silvestre levantando el vuelo-. Veo que vuestro amo os enseñó muchas cosas, pero se olvidó de enseñaron lo más importante. ¡Buena suerte!”
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